Selección de Gabriel Torres Ojeda

Era muy tarde

Cuando me di cuenta que me estaban soñando, ya era muy tarde. Había cruzado el mar, la tierra, llegué a la inmensurable selva y pude notar el destello. Vi la luz y la luz me vio. Las manos temblaban ante tanta claridad y los ojos, si los llegas a ver, chispeaban. Escuché una voz (como un lápiz) que silbaba y, del eco del silbo, la sentencia: despierta.

No podía dormirme. Por más que soñaba el sueño, lo imaginara. Era muy tarde. El insomnio era mi ángel todas las noches. Figuraba que dormía luego de atravesar largos caminos, selvas, mares, resplandores. El cuerpo, cansado, se retorcía en la cama. Si llegas a ver mis ojos, gemían. Escuché una voz (como un lápiz) que gritaba y, del eco del grito, la sentencia: ¡duerme!

Escribía. Todo las noches, a la misma hora, escribía. Ideaba personajes que se desvelaban, así como otros que nunca podían despertar de un interminable sueño. Tanto me entregaba que me sentía no parte de los personajes, sino de la ficción. Mis manos, trémulas, agitaban palabras que a veces salían del papel. Se escribieron en el escritorio y hasta en el aire. No era que no concebía la realidad, tampoco la ignoraba. Más bien no sentía distinción. Si llegas a ver mis ojos, soñaban. Escuché una noche dos voces entrelazadas que se exigían dormir y despertar. Me sentí extenuado y excitado.Y cerré el cuaderno. Era muy tarde.


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