Casa
Me encontré escuchando la casa. Llamé para felicitar a mi madre en su cumpleaños. Ya son sesentaiuno, dijo, pero tenemos salud. Conversamos sobre el frío y la falta de televisores, sobre trabajos de óleo y apartamentos en Río Piedras que el recuerdo desaloja. Se está bien acá, al otro lado del mundo, dijo. Ya el hambre no cabe en la boca. Hablé también con mi hermana, sus historias de objetos, tejiendo un macramé de bochinches de su trabajo en el museo. Sentí también la brevedad de mi padre, su condición de segundo plano. No apuramos la despedida. El adiós nunca llegó, de hecho se olvidó entre los quehaceres de la casa. Yo, inconcluso, atendía. Entonces sucedió. El hogar me confesó su murmuro de uñas, su respirar de fósil en la memoria. Asomé mi voz al otro lado y no se vio en el espejo. Entonces yo: espía por resignación, ladrón de resonancias. Y del descuido esto: retrato ciego labrado al oído. Del descuido el niño mudo atado al teléfono o a la espera. Se trazó una ausencia entre platos repartidos. No hallé mi nombre. Todas las sobras al perro. Al finalizar fui yo quien cerró la puerta.
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