Aunque el amor
Era jueves y fui a pedirle la bendición, a decirle que estaría bien, que volvería pronto, que se tomara los batidos verdes que tanto odiaba.
Un hombre acostado en una cama de barandas y control alámbrico. Con su pijama gris de botones abierta a la altura del pecho. Un viejo cansado y una joven mirándolo por la ventana con la cara patética de quienes alientan lo que casi expira. Desde el balcón le habla. Parece, por la posición ladeada de su cara, que su boca, a mitad de frase, se ha acabado de cerrar. En la cara opaca del viejo una sonrisa tierna. No le quita los ojos a la joven, la miran inflamados por las madrugadas y los dolores. No se aprecia bien por el tiempo y las gavetas. Y llorarán después que las sombras y el viento y la llovizna de la tarde.
Estaba desde el balcón hablándole, apenas comenzaba el desastre, las distancias, el miedo. Me sonrió tan dulcemente, me laceró el pecho, aguanté. Era el cáncer en su esófago, en el hígado, en su medio pulmón, en su entero pulmón, en una costilla, era el cáncer. “Dios te me bendiga y la virgen te me acompañe, mamita”, me dijo casi inaudible. “Bendición, abuelo…te quiero”, porque nunca acostumbramos los te amos, aunque el amor.
Sobre la autora
Gloriana Ruiz (Dorado,1995) es educadora. Cursó un bachillerato en Educación Secundaria en la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Posee una maestría en Literatura Española e
Hispanoamericana de la Universitat de Barcelona. Actualmente imparte cursos de lengua y
literatura a nivel universitario.
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