por Amanda Hernández
Horario de Stephanie “Fani” Silva es uno de los libros que inaugura el catálogo editorial de Gacela del Ático. Fani es fotógrafa, lectora ávida, gran amiga y poeta. Horario es su primer libro y fue publicado en noviembre del año pasado (2021) y escrito, según nos revela la primera página, en Seattle, Washington (WA). Es en Seattle donde actualmente reside la poeta y desde ahí nos expone una voz detenida en descifrar la extrañeza de las horas, el cruce habitual del tiempo, las conexiones, los accidentes y la posibilidad del regreso.
Los 13 poemas que reúne esta primera edición de Horario, al cuidado de Laura Pérez Muñoz y Pablo Figueroa Cordero, están acompañados de ilustraciones de la increíble pintora Natalia Bosques Chico, también situada en Seattle. En la portada nos topamos con una reproducción de El Telégrafo, antiguo radioteatro y sede de la Autoridad de Comunicaciones de Puerto Rico situada en la Parada 20 de la Avenida Ponce de León. Este edificio, con su reconocible fachada, transporta al lector a Santurce. Me transporta a mí a los espacios de ciudad santurcina que he compartido con Fani, Natalia y con una comunidad entera de artistas y creadores. Estos espacios nos unen a pesar de las posibles distancias físicas que nos asoman la nostalgia, e interpreto la portada, en contraste con una voz que escribe desde la diáspora, como un guiño a los vínculos afectivos que nos relacionan como país geográficamente disperso.
Pasada la primera página nos topamos con una puntual dedicatoria; A Mercedes. Posiblemente mujer, madre, tía, abuela, hermana, alguna matriarca que reafirma el paso del tiempo, los lazos familiares, el amor con el cual se escribe sobre el pasar de los días y el encontrar consuelo en la belleza de las cosas, en los vínculos que sostenemos con las personas que nos han acompañado.
Confirmé con la poeta que se trata de su tía abuela, Mercedes, a quien algunos días extraña más que otros.
Precisamente, el primer poema del libro lleva un epígrafe de la poeta y psicoanalista Claudia Masin que dice; ¿Cómo diferenciar desastre de belleza? y me cuestiono cómo extrañar tanto y poder a la vez celebrar lo vivido frente al paso inequívoco del tiempo. Cuáles esos modos y hábitos que empleamos en nuestras rutinas para intentar hacer de la nostalgia la suerte de cualquier día. Cuáles las estrategias que como país ponemos en práctica para hacer de una crisis compartida la esperanza de nuevo.
El presentepasadofuturo se confunden frente a esas ganas de calendario, frente al intento equivocado de apurar la distribución de las horas, considerando cuán lejos o cuán cerca nos posicionan del mar, del abrazo, del regreso. Se trata de sobrevivir el día a día, la colonia, el dolor cotidiano que se repite sabiendo que los años nos seguirán cruzando la vista desde el borde de nuestra relación con el país, con otras personas y con nosotres mismes; seguirá cruzando el calendario todo lo dicho y todo lo que no se ha hablado entre mapas y distancias.
Ya todo acaba, afirma el último poema del libro, y como lectora encuentro paz en saber que el final también apunta al retorno; que nada nuevo hay que hacerle a la palabra tiempo, como dice el epígrafe de Kattia Chico; que a veces somos el árbol cansado contando el calendario y que eso tiene que estar bien. Hay otras veces que somos el intento de rehacer la casa, nuestro entorno, nuestras rutinas; el intento de comunicarnos por escrito, un texto, lo mismo que un poema, lo mismo que un mensaje enviado en algún momento por telégrafo. Con suerte decodificaremos el mensaje; aunque lo verdaderamente importante sea celebrar la conexión, el puente, los encuentros que, como migajas al hambre, trazan el camino a nuestro presente.
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